La lumbalgia es un problema que ataca a la sociedad en general y que se caracteriza por su alta prevalencia en la población, un dato es el gran referente de esta afirmación, hasta el 80% de la población ha padecido un episodio de lumbalgia al menos una vez en la vida. Cerca del 90% de los casos no se encuentra ningún tipo de lesión que justifica ese proceso, catalogando el problema como un proceso de lumbalgia “inespecífica”.
En las personas que padecen lumbalgia crónica hay una pérdida en la fuerza del tronco, flexibilidad del tronco y capacidad cardiovascular por lo que el tratamiento terapéutico debe ir encaminado a mejorar estos parámetros. En diversos estudios de revisión se afirma que el ejercicio físico presenta más un beneficio que un riesgo en relación a los problemas de lumbalgia.
Teniendo en cuenta los estudios revisados, el ejercicio sería una herramienta para mejorar la función de la espalda. Existen estudios que demuestran que la discapacidad en la fuerza de la espalda y la flexibilidad están presentes en personas que padecen lumbalgia y en una proporción superior a la de la población general.
Muchos estudios han certificado la eficacia de los estiramientos a la hora de mejorar la carencia en flexibilidad de pacientes con dolor crónico de espalda observándose una mejoría notoria en aquellos que los realizan. Este tipo de dolores se caracterizan, como hemos dicho anteriormente, por la pérdida de fuerza en el tronco siendo mayor la pérdida de fuerza extensora del tronco con respecto a la flexora.
Por lo tanto es lógico pensar en el entrenamiento terapéutico tanto de la flexibilidad como de la fuerza flexora y extensora del tronco (abdominal y lumbar) para mejorar y prevenir futuros episodios de lumbalgia.
El efecto beneficioso que tiene el ejercicio a la hora de reducir la intensidad del dolor de la lumbalgia queda de manifiesto en multitud de estudios científicos. En todos se observa que aquellas personas que más habían disminuido en cuanto al dolor eran las que habían mantenido el programa de ejercicio un mayor tiempo (14 semanas reducían el dolor en más del 60%) con respecto a otros que lo mantuvieron 8-12 semanas (50% de reducción de dolor). Además aquellos que mantienen el programa a lo largo del tiempo presentan un porcentaje mucho menor de recidivas con respecto a aquellos que no lo hacen.
El rango de entrenamiento debería situarse entre 2-3 veces y ejercicios que impliquen series de 8 a 12 repeticiones con baja carga para las primeras sesiones o procesos agudos, para disminuir el miedo y la inhibición voluntaria que se produce.
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