La incidencia de dolor cervical ha aumentado en las últimas décadas, especialmente en los países desarrollados. Afecta al 70% de los individuos en algún momento de sus vidas. Los datos epidemiológicos internacionales sugieren que alrededor del 30-50% de la población, sufrirá dolor de cuello, en el transcurso de un año.
El dolor cervical ocupa el segundo lugar, después del dolor lumbar, como causa de gastos anuales por compensación a los trabajadores; y afecta a personas con cualquier ocupación, aunque parece asociarse a estilos de vida sedentarios, trabajos con posturas mantenidas durante horas, y a actividades con requerimientos físicos intensos o repetitivos. Se le atribuye un origen multifactorial en donde el esfuerzo físico excesivo, el estrés psicosocial y el estilo de vida pueden contribuir a su prevalencia.
En los pacientes con dolor cervical, se ha demostrado una inadecuada alineación de la cabeza con respecto al cuerpo, déficits en fuerza isométrica y resistencia en cuanto a flexores y extensores cervicales, una pérdida de la contracción anticipatoria de la musculatura profunda de la columna cervical, una disminución en la capacidad para mantener una postura erguida mientras se realizan actividades con el miembro superior y una pérdida de la capacidad propioceptiva, comprometiendo la integridad de la columna cervical.
La mala postura de la cabeza se caracteriza por la rigidez y una mayor activación de la musculatura suboccipital, esternocleidomastoideo, trapecio superior, elevador de la escápula y músculos pectorales; y por la debilidad de los flexores profundos del cuello y la parte inferior de los estabilizadores de la escápula (serrato anterior, romboides, trapecio medio y trapecio inferior).
En cuanto al tratamiento del dolor cervical, los estudios revisados demuestran que el mantenimiento de la actividad es más beneficioso que el reposo puesto que acelera la recuperación y evita la cronicidad. Los autores concluyen que el ejercicio terapéutico en combinación con la terapia manual es eficaz para disminuir el dolor subagudo y crónico, mejorar la funcionalidad y prevenir recidivas; tanto a corto como a largo plazo.
El programa de ejercicios debe ser individualizado y supervisado por un profesional, realizándolo de forma progresiva sin la aparición de dolor. La repetición de los ejercicios es necesaria para aprender el movimiento adecuado y el control muscular, y los ejercicios deben ser incluidos en tareas funcionales.
Se observa una mejor respuesta cuando se realiza un entrenamiento progresivamente creciente, moderado e intenso, durante al menos 3 días en semana. También se ha demostrado que el ejercicio aeróbico, tiene un efecto analgésico sistémico.
El ejercicio es beneficioso no sólo para el bienestar general, sino también por su contribución global al control del dolor.
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